El papa Juan Pablo II, decía que la tarea de los padres cristianos es muy importante y delicada, porque están llamados a preparar, cultivar y defender las vocaciones que Dios suscita en su familia. Deben, por tanto, enriquecerse ellos mismos y su familia con valores espirituales y morales. Se presentan aquí algunas ideas:
Brindarles amor y respeto. Hay que demostrarles confianza y respetar su libertad desde temprana edad, confiando que el Espíritu Santo está actuando en sus almas desde el momento del Bautismo. Que nuestros hijos sepan que oramos por ellos diariamente, que sean santos, felices y generosos cualquiera que sea el llamado que reciban de Dios. Compartir tiempo de calidad con cada hijo.
Hablar positiva y entusiastamente acerca de las actividades de los sacerdotes y religiosos. Hablarles con frecuencia en términos positivos de la Iglesia y la grandeza de la llamada a una vida de dedicación en ella. Si bien algunas personas que han dedicado sus vidas a la Iglesia, tienen también sus fallos humanos, nunca hable negativamente de ellas. Invitar a casa a los sacerdotes y religiosas.
Motivar la participación de los jóvenes, ayudarlos a pensar acerca de las diferentes formas en que pueden cuidar y ayudar a la gente. Es bueno enseñarles a valorar la pobreza y el desprendimiento. Que su dinero no sea abundante. No permitir que adquieran infinidad de cosas o que midan a las personas por la cantidad de cosas que poseen. Que aprendan a compartir con gozo. Que usen sus veranos productivamente.
Hacer que la oración sea una parte esencial para la familia en la toma de decisiones. Que nuestros hijos sepan que oramos por ellos diariamente, que sean santos, felices y generosos cualquiera que sea el llamado que reciban de Dios. Orar permanentemente por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Rezar con y por cada miembro de la familia.
Buscar oportunidades de compartir con los que menos tienen. Enseñar a nuestros hijos a compartir. Compartir con ellos actividades parroquiales. Analizar cuál sería su respuesta cuando un vecino esté enfermo, desempleado, solo o incomprendido. Motivar a nuestros hijos para que ofrezcan voluntariamente su tiempo, talentos y destrezas.
Infundirles el aprecio de la belleza, ya sea en la naturaleza, en la literatura, la música o el arte. Los libros, revistas, discos compactos, videos, instrumentos musicales y el arte que los padres tengan en su hogar, los programas de televisión que miran en familia, y los paseos familiares, todo los preparará a apreciar la bondad del mundo material que Dios ha creado y redimido.
Estas son solamente unas cuantas ideas. Ustedes seguramente tendrán otras. Nadie conoce a sus hijos mejor que sus propios padres o los ama más, excepto el propio Dios. Las vocaciones son un fenómeno de oferta y demanda. La oferta crea la demanda. Si usted ofrece sus hijos a Dios por medio de la oración y de la preparación cuidadosa, El no se quedará atrás y los tomará por medio de su gracia divina y con la colaboración de ellos.
Artículo extraído de:
La voz del Peregrino
Ejemplar Octubre 2016
Autor: Fernando Piñeiro