1: Hay cambios del hombre en la sociedad
Vivimos en la sociedad de lo pasajero y desechable. Chicos y grandes quieren obtener recompensas sin hacer sacrificios. En el estudio, quieren notas buenas sin estudiar; en el trabajo, quieren sueldos altos sin saber; se quiere conseguir mucha plata sin esfuerzo.
También hay un individualismo exagerado, que no se compromete con nada ni nadie, y nada agradece. Hay mucha inseguridad personal y dudas. Nos volvimos indiferentes a los demás. Vemos por TV los fraudes, robos, coimas, crímenes, mentiras y nos contentamos con pensar que no somos tan “desgraciados” como esos.
Hay una gran ausencia de Dios en el mundo. Para muchos la religión es algo privado. Viajas por el país y no ves anuncios de servicios religiosos en las ciudades, salvo que preguntes a varios hasta que alguien te informe. Los colegios privados, católicos o no, cobran una fortuna para enseñar. Si alguien quiere hacerse rico rápido compra un colegio o un sanatorio. La educación y la salud se ofrecen a quien puede pagar. Faltan los maestros y las enfermeras por vocación. Se ha dado un “giro” fenomenal hacia la destrucción de la humanidad.
2: Los católicos nos hemos contagiado
Se busca una Iglesia donde uno esté cómodo con el mínimo esfuerzo. No nos interesan los problemas de los demás: que los ayude el gobierno. Cada uno sigue la religión a su gusto. Cuesta conseguir católicos comprometidos en el anuncio del Evangelio al mundo. La gente no quiere reglas ni preceptos que haya que cumplir bajo pecado. Hoy se busca lo que deje dinero más rápido. Por eso, las comunidades se han hecho supermercados espirituales, y no familias de cristianos. A los padres de hoy no les interesa que les transmitan la religión a sus hijos: los mandan a colegios carísimos, religiosos u otros, aunque se fastidian si les enseñan valores cristianos y los estudiantes llegan a su casa con ideas de mortificarse o sacrificarse. Además, hay un desprecio generalizado por los ancianos, considerados también como desechables.
3: Marchar hacia un nuevo horizonte
¿Qué camino seguir ante este panorama triste? Los católicos desde niños deben ser formados en la resiliencia, la capacidad de sobreponerse a fracasos, dolores, dificultades, abandonos y adversidad. Además, hay que aprender a comunicarse, no por celular, sino de persona a persona para encontrar los “valores”. El esfuerzo por ayudar a los necesitados no es una tarea de un fin de semana en el secundario para tener una experiencia interesante. En fin, es preciso purificarse de tanta farándula y buscar la redención plena antes de morir. Sin sacrificio y dolor no hay redención, como Jesús.
Artículo extraído de:
La voz del Peregrino
Ejemplar Noviembre 2015
Autor: Osvaldo Santagada